viernes, marzo 31, 2006

Poesía 4

Soy esa sombra que queda sobre el mundo después de la tormenta.

Mis huellas son un halo de nostalgia que trasega entre las flores que ya fueron taladas. Por eso, cuando bebo de más, hay un espíritu converso que me cuenta historias que engullo sin mesura.

Las balsas que han aguardado mi llegada, no pasan de ser pequeñas hogueras inquisidoras que buscan a mis palabras. ¿Cuantas veces escapé de los tentáculos que mi tristeza ha extendido simulando caminos?

Ese ruido de fondo que me dicta que estoy vivo, ha logrado opacar cualquier grito desgarrador que pueda romper la hipnosis. Sin embargo... las noches de luces brillantes resucitan en mi mente preguntas sepultadas bajo lugares comunes, que a veces creo propios.

A veces, pesco rostros conocidos de entre las multitudes, sólo por el primario deseo de ver a través de sus ojos. Y cuando una nube apaga luna, el tacto me juega una mala pasada con las palabras perdidas que habitan las calles.

Por eso, mis dedos se desquitan contando leyendas que ni las estelas del camino pueden adivinar.

Fijación verbal

Existo porque puedo contarlo

Hay algo predominante en mi vida: El lenguaje.

Lo que más me gusta hacer en la vida es conversar, y después de eso, leer y escribir. Es decir: Vivo porque lo puedo contar, cantar, narrar...

Termino de entender los hechos cuando los pongo en mis palabras, por más que los haya visto o vivido antes. Analizo mientras redacto, con mayor claridad que cuando solamente pienso. Es decir, solo logro aprehender un concepto cuando lo verbalizo.

En las conversaciones internas, las de la mente, a pesar de entender y adelantar muchas ideas, normalmente me confundo y me vuelvo difuso. Cuando escribo hablo, todo me es más claro.

Es una fijación verbal. Entiendo mejor lo que escucho que lo que veo. Prefiero párrafos a diagramas. Capto mejor los versos que los gráficos y las fotos (por más que los disfrute)

La dimensión artística del lenguaje es otra cosa que me apasiona. Al igual que un pintor me agrada cuando genera imágenes imposibles en el mundo circundante (es decir, insuplantables por una fotografía), me gusta cuando el lenguaje expresa conceptos o ideas difícilmente asimilables en la realidad cotidiana.

Esa es mi pasión. El lenguaje en sus distintas dimensiones.

Caminos de la facultad

Memoria del espacio donde me moví varios años: La Facultad de Electrónica en Popayán

Sus pasillos son oscuros, pero más bien amplios. Esta repartida en cuatro pisos (y un palomar con antenas). Tiene varios salones, estos si iluminados. Algunos llegan a ser un horno por la llegada directa de los rayos del sol. Hay varias rutas de escaleras. Comparte su espacio con la Facultad de Ingeniería Civil.

Cuando uno está en los primeros semestres, pasa la mayor parte del tiempo en el primer piso. La entrada principal tiene dos puertas de vidrio más bien grueso, que resultan un consuelo ante los oscuros pasillos.

Cada vez hay más gente como consecuencia de los nuevos programas que se han incluido en las dos facultades que habitan en ese edificio... Cada vez llegan más niños de 15 años (como yo cuando llegué) en lugar de los previsibles jóvenes de 17... Cada vez hay más muchachas, hechas unas duras en la labor de la ingeniería.

Los estudiantes de electrónica circulan con sus "loncheras" (cajas de plástico donde se cargan implementos de laboratorio de electrónica, que parecen portacomidas a primera vista) y con sus laminas para probar circuitos (QT). Los estudiantes de civil van con barras metálicas de colores, que no se muy bien para que sirven... (Creo que tiene que ver con topografía)

En las horas pico, hay tanta gente, que para entrar a clase mucha gente se abre paso de maneras poco amables. Pero todo el mundo se lo toma de buena manera, pues el tumulto no es culpa de ninguna de sus víctimas.

Hay un laboratorio de Hidráulica inmenso, que siempre llama la atención de los visitantes. Los laboratorios de electrónica no son tan vistosos, pero no son menos complejos. (Lo diré yo que casi "me rajo" (colombianismo por "pierdo") todos)

A medida que uno va avanzando en los semestres va subiendo pisos hasta llegar al más alto, dónde además de las decanaturas hay varias oficinas de profesores. Hay una cartelera donde todos los estudiantes se aglomeran para ver las notas de sus exámenes. Es otro espacio difícil de sobrellevar.

Al lado de este edificio está el "parque de ingenierías" que contrario a lo que su nombre sugiere, no es un laboratorio tecnológico ultra-avanzado. Es simplemente un parquecito con árboles, sillas y un montón de estudiantes compartiendo un rato de descanso.

Este parque separa el edificio de ingenierías, del bloque de la facultad de educación donde se dicta la interesantísima carrera "Ingeniería Física" y del instituto de Postgrados en Electrónica (Construcción de un sólo piso) a donde van a parar varios colegas después de haber subido tantos pisos.

En el otro lado del cuadrado parque está la calle, la cual no es fácil de alcanzar gracias a una sofisticada cerca que pusieron hace pocos años.

En medio de este parque hay una aplanadora antigua que carga con la leyenda de una maldición: Quien se tome una foto allí, es expulsado de la facultad por bajo rendimiento (El verbo popular para esta situación es "balancear"). Es justo decir que muchos han sobrevivido...

Yo, mientras estaba en los laboratorios de electrónica, solía mirar un poco hacia el parque, como escapando de alguna manera metafísica de mi realidad inmediata. Y a veces, como una salida desesperada, salía corriendo al balcón a refugiarme del mundo. A mirar atardeceres (el mejor de ellos uno que me presentó la Toña) y a pensar sobre el futuro.

Un sitio donde pasar la noche

Pero donde hay amistad, nace la esperanza... (*)

Sucedió hace unos 3 años.

Estaba estudiando aún en la Universidad, y me decidí a mudarme con unos amigos a un apartamento. La razón, la casa de familia donde tomaba un cuarto en alquiler (figura bastante común en Popayán) dejó de ser residencia. (Tomé en cuenta la opción de otra casa de familia, pero cuando ya había dado mi palabra, me retracté sólo por acompañar a mis amigos)

Las cosas se complicaron bastante desde muy rápido. La que parecía ser una gran amistad se deterioró rápidamente, y de repente me vi solo, en un sitio hostil, en dificultades económicas, y claro en crisis emocional que pronto se tornó en física.

Tras muchas tensiones, llegó un punto en que estaba con una bronquitis terrible, al borde de un shock nervioso, y condenado a habilitar una materia (además de con dificultades económicas). En estos pocos días, menos de un mes, la vida se me había puesto "patas arriba"...

Así que, un domingo a las 5:30 AM, tomé la decisión de partir. Sin dinero y sin un rumbo para el resto del día (y sin un sitio donde pasar la noche) decidí llamar a uno de mis mejores amigos, quien amablemente me ofreció su camioneta para sacar mis cosas de este "infierno" y a la vez me ofreció su casa para pasar la noche. De cualquier modo yo estaba muy asustado, y no quería abusar de la gentileza de mi amigo.

En un par de horas, y con ayuda de mi amigo, logré empacar todas mis pertenencias y salir de ese sitio, no sin tener un breve encontrón con aquel ex-amigo que ahora se comportaba como un verdugo.

Y salimos. Charlando un poco fueron pasando unas pocas calles de Popayán en aquella camioneta gris-plateada, y me fui relajando un poco. Igual, estaba muy enfermo...

Ya a punto de tomar rumbo a casa de mi amigo, recordé la casa a donde inicialmente me iba a mudar. Paramos un rato allí. La mujer (ya de bastantes años, 70, tal vez) que en el pasado se había molestado por mi incumplimiento, al verme tan enfermo, tan asustado, tan... destruido, no dudo un momento en alquilarme el excelente cuarto que tenía libre. No le importó que llegara de un momento para otro. No dudó de mí, a pesar de que ya antes le había fallado. Fueron para ella suficientes las buenas referencias, que otro buen amigo que vivía allí le dio de mí.

En esa casa, de jardín hermoso, de muebles antiguos, de iluminación privilegiada y ventilación inigualable, pasé mi último año en Popayán.

Tardé un mes en levantarme de la situación tan dura que había pasado. Los bronquios poco a poco (y gracias a los remedios caseros de mi nueva "abuela") fueron mejorando. Otro tanto con los nervios.

Cuando llegué a esa casa, era un pobre estudiante asustado y bastante deprimido. Esta viejita, creyendo en mí y dándome la mano en el momento adecuado, contribuyó de manera definitiva a que pudiera levantarme.

Gracias en buena parte a ella, logré graduarme tiempo después. Y ahora que estoy lejos de ese mágico sitio, trato de conversar con ella cada cierto tiempo. Los dos nos sentimos felices de escuchar la voz del otro lado de la red telefónica.

Ayer conversé con ella mientras viajaba en Transmilenio, y me sentí contento de saber, que está bien.

(*) Tomado de la canción Décimo Grado, de Ana y Jaime.

Un paseo por las nubes

Aún disfruto de volar...

Son casi las 6:20 de la mañana y voy con destino a Medellín.

En el aeropuerto "eldoraro" de Bogotá, está haciendo bastante frío, y la noticia de que ya podemos subir al avión me resulta reconfortante.

Despegar es una sensación agradable. Debajo, un mar de gente, de construcciones y de automóviles, que se ven tan pequeños, que lo hacen sentir a uno como una especie de ser todo-poderoso, que pueda cubrir con su mirada grandes extensiones. Las avenidas parecen de juguete.

Poco a poco la ciudad se queda atrás. Y empieza a verse el campo abierto de la cordillera. Después de superar la hermosa sábana de Bogotá, cada minuto el terreno se va haciendo más montañoso. Desde las leves ondulaciones de tierra hasta montañas y nevados. Las ciudades se ven tan indefensas desde la altura... Manizales apenas se insinúa a lo lejos.

Hay un lapso de unos cinco minutos en que el avión está por encima de las nubes, que parecen un océano blanco y denso, arremolinado. El infinito mismo se conoce cuando una buena cantidad de nubes lo separa a uno de la tierra.

Se queda atrás lo blanco y la montaña es cada vez más predominante. Estamos llegando a la "Capital de la Montaña". Esta vez no aterrizaremos en Medellín sino en Ríonegro, pues el tamaño del avión lo exige.

Llegar a Medellín tomará unos cuarenta minutos desde el aeropuerto.

Estoy feliz de que hoy haya hecho buen día, y de que haya podido ver la ruta Bogotá-Medellín desde el Aire.

martes, marzo 21, 2006

The Beatles

La banda sonora de mi infancia

She loves you, yeah, yeah, yeah!

Cinco años... Lego, aventuras, comics, carritos "majorette", los sonidos de las volquetas.

Got to get you into my life!

Mi hermano y sus amigos escuchando los Beatles en plenos ochentas, con la intensidad de unos sesenteros. Son adolescentes y debaten sobre quien es el más aficionado al cuarteto de Liverpool.

At five O'clock as the day begins...

Papá llega del trabajo. Siempre es tan cálido, tan cariñoso. Yo soy su orgullo y su alegría... Le resulto muy inteligente.

All my troubles seem so far away...

Mamá y su inmenso apego a su hijo menor. Con esos sueños de perfección, de invulnerabilidad, de infalibilidad.

About a lucky man who made the grade...

Tantos días intentando elevar cometa con mi hermano. Explorando los bosques cercanos. Queriendo aprender a jugar Bádminton. Tanta tristeza con su partida a estudiar a Bogotá.

I´d like to be, under the sea...

Cuanto placer al leer las revistas de Kaliman y de Águila Solitaria de Editora Cinco que me enseñaron a leer desde los seis años...

There´s nothing you can do that can´t be done...

La nostalgia y las preguntas existenciales presentándose de forma sutil en la mente de un pequeño niño en forma de caprichos.

But when you talk about destruction, well you know that you can count me out...

Con el paso del tiempo, todas las canciones de The Beatles me remiten a mi infancia. Me hacen revivir mi historia. Por eso las disfruto tanto.

Esto que soy

Del autor de este blog... (A manera de presentación)

Tengo 24 años. Soy Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones, pero mi gran sueño es ser periodista.

Trabajo en una pequeña empresa colombiana de ingeniería (que es más bien exitosa) en el área comercial desde hace año y medio.

Estudié en Popayán (al Sur occidente de Colombia) durante algo menos de siete años en una Universidad pública bastante agradable. Allí hice muchos buenos amigos con los que me comunico frecuentemente.

Nací en Pasto (más al sur que Popayán) y viví ahí hasta los quince años. Allí terminé mis estudios secundarios y mucha gente que quiero habita su suelo.

Estudié con los jesuitas cuatro años de secundaria. Antes estuve en un colegio bastante informal, de donde a pesar de varios capítulos difíciles, salí muy agradecido.

Mi padre era de Choachí, un pequeño y ultra-conservador pueblo muy cercano a Bogotá (que tiene muy buenas ferias). Era, en pocas palabras un gran tipo. Mi madre es de Fredonia (viene de Freedom, increíble ¿no?) un pueblo cafetero al sur de Medellín. En pocas palabras, es una mujer fuerte y una sobreviviente.

Tengo un sólo hermano (12 años mayor que yo) quien vive en Chile hace varios años, y actualmente está en Holanda. Es Biólogo Marino y hace una tesis doctoral sobre fósiles de peces. Es un gran dibujante y le apasionan las aves marinas. No hemos pasado juntos tanto tiempo cómo yo hubiera querido, pero esa es la vida. Es un gran soñador.

Me gusta escribir poesía. Me gusta jugar con el idioma y crear imágenes novedosas. No se casi nada de métrica. Quisiera aprender, sólo por saber...

Mi poeta favorito es Arthur Rimbaud. No se si me gusta más su poesía o su vida. El escritor de prosa que más me ha impactado es Herman Hess, principalmente su obra "Demian". También me gustan Milan Kundera e Isaac Asimov.

En mis ratos libres me dedico a leer y a conversar con mis amigos y familiares. Adoro los crucigramas y los jeroglíficos. A veces voy a teatro y a cine, y me gusta contagiarles esta afición a mis primos.

Amo el Whisky. Prefiero las carnes rojas. Me amaño bastante en Bogotá. El color naranja me parece genial. Prefiero a Mozart y a Dalí. (Renoir, Monet y Bach, también son buenos) Los gatos me resultan muy agradables. No sé montar en bicicleta, ni conducir automóvil. Me agrada jugar ajedrez.

Cuando estoy triste, me gusta escuchar a Los Beatles ("Across the Universe" y "Got to get you into my life" son muy buenas) y a Pet Shop Boys ("So Hard" y "Being Boring" me parecen las mejores).

Me enamoré una vez, y nunca dejé de estarlo. A "Ella" no la olvido nunca.

"El imperio del sol" de Steven Spielberg es una de mis películas favoritas. Debo decir que "El Gran Pez" y "La Sociedad de los poetas muertos" son excelentes. "Titanic" fue definitiva.

Me gustan Silvio Rodríguez, Juan Manuel Serrat y José Luis Perales.

Soy liberal, y más bien izquierdista. Pero hoy en día, estoy más bien inmerso en el sistema. Y no me gusta.

A veces toco guitarra, y hasta compongo canciones. Manejo bien los acordes, pero tengo dificultades con los ritmos. Por esa razón no se bailar.

Cuando estoy nervioso, muerdo la almohada y golpeo mi cabeza contra su espuma varias veces. Luego me tomo una Smirnoff Ice, si tengo la fuerza para salir a la calle.

Frecuento los sitios de Internet de revistas y diarios continuamente. Me gusta conspirar con un gran amigo conspirador vía Messenger. Mi columnista favorito es William Ospina. Leo varios blogs. Siempre que puedo, veo los partidos de Atlético Nacional. Y grito sus goles.

Tengo tantos amigos médicos, que a veces me pregunto si es un mensaje del destino. Tengo una amiga que parece un Elfo y uno que me empeño en asemejar a un troll.

Mi sitio favorito es la laguna de "La Cocha" en Nariño. Me resulta nostálgico y me trae buenos recuerdos. Algún día me gustaría vivir en una pequeña casita por esos lados, y tener un perro labrador blanco para jugar con él.

Estas son, al menos unas ideas, de lo que soy.

Una charla con los muertos

Charla con los muertos.

Después de una semana de trabajo, este sábado es un día liviano. (Uno de cada dos sábados tengo clase de mercadeo toda la noche del viernes y la mañana del sábado, lo cual es muy interesante pero pesado. Este es uno de los sábados de "Libertad")

Me he levantado casi a las 12 del día. Aún con sueño. Creo que se me ha pasado la dosis con esto del descanso y me siento algo culpable.

Desde temprano he estado escuchando 88.9. Es la emisora que más me gusta, y normalmente ponen mis canciones favoritas (What happends tomorrow, Float On y Everybody is changing). Esto no significa que ocasionalmente no tenga que padecer alguna canción de Jeniffer López o de Britney Spears. Digamos que he aprendido a vivir con eso.

Tengo varios libros esperándome: "Por un periodismo independiente" está de primero, pues ya se está acercando el día de mi entrevista en la universidad, para entrar a hacer la Especialización en Periodismo con la que llevo soñando varios años.

"El sonido y la Furia" de William Faulkner, es mi dosis de literatura de turno, y debo ser honesto en decir que me ha resultado algo difícil. No acabo de captar muy bien el estilo narrativo y el manejo de tiempos. Es posible que hoy le "saque el cuerpo" (evite) a este libro.

"Liderazgo" es el primer tomo de una serie de libros de "Harvard Bussines Review" que mi jefe me ha recomendado para estar mejor capacitado en mi trabajo de vendedor de equipos y servicios de telecomunicaciones. El libro es interesante, pero llevo varias semanas estancado en el primer tomo... ¿por qué?

Porque me he dedicado a leer "El mundo y sus demonios" de Carl Sagan. ¡Que libro tan interesante! Digamos que admiro a Faulkner, me gusta el periodismo y trabajo en el mercadeo, pero la química que he encontrado con este libro es irracional, y así, es al que más horas le he dedicado, dejando a los otros tres un tanto relegados.

La lectura es un vicio para mí. Una manera de no enfrentar muchos miedos que tengo. Lo reconozco. Pero, si uno a de tener un vicio, pues este creo que está bien.

Es un sábado de libros y prensa. Pronto llegará la nueva Revista Semana, con toda la actualidad en varios campos. Con todo lo difícil de este amado país...

Espero poder verme con algunos amigos en la noche para conversar (mi otro vicio). El domingo será día de cine... de ver fútbol... de familia y claro, de algo de temor por el lunes.

Poesía 3

Las miradas que no se cruzan...

En el mar de las cruces que han caído sobre espaldas bondadosas, hay una clave que pretende desnudar la belleza de los montes. Si en las praderas se cruzaran más miradas que en los borbotones de personas, seguro se verían las tristezas sin necesidad de suspicacias.

El apuntador pretende ignorar las crónicas que revelan lo innombrable, pero hay un fantasma que le mueve a registrar los tropiezos y las lágrimas. ¿Cómo podrá una ruta interminable, ser la senda de aquel que sólo busca una respuesta?

Y esos ojos que se pierden en veloces altercados, iluminan un acantilado de nubes que podría pasar desapercibido. Es el pago de una vieja deuda sideral con los desafiantes que moran en las rutas de los andes.

¿A quién acompañan esos sonidos confusos que reinan en las tapias derribadas del oriente de esta tierra? ¿A quién temen los señores que alardean de ayudantes de la máscara anodina y del poder imperceptible?

Mientras unos lucimos blindados ante la cascada de acontecimientos que imputan soledades, otros retan con arrogancia a las severidades, sin temor a la sentencia.

Pero sólo quien examina la impotencia de las tropas escindidas por el fragor de lo inconmensurable, dará respuesta a la aparente imbatibilidad de quienes callan.