miércoles, agosto 09, 2006

Las flores

Compañeras del camino de mi vida

No sé los nombres de muchas flores. Incluso, muchos los conozco por lecturas, pero no se a que planta corresponden. Es como si existieran, flores hipotéticas.

Sin embargo, en mi vida las flores han sido compañeras permanentes, aún muchas cuyo nombre no se (Así además de flores hipotéticas, nado en un mar de nombres hipotéticos)

Papá sabía el nombre de todas las flores. Y de las plantas aromáticas. Y de los árboles. Con mamá, solían cuidar un par de hermosos jardines en la casa que teníamos en Pasto. A la entrada tenían un arbusto al que llamaban verbena. Y una enredadera, en la reja que protegía la ventana de la sala. Diseminadas por el jardín delantero había muchas flores cuyos nombres, a excepción de los novios y las violetas he olvidado. En el patio trasero tenían una planta de rosas rojas, que estaba rodeada por unas plantas que llamaban Cachitos de Venado, Helechos y Lágrimas de Bebé. Había unas Orquídeas, que mamá cuidaba con dedicación. Las violetas africanas, siempre adornaron nuestra casa. (Se que en casa había geranios y crisantemos, pero no recuerdo como son. Seguro que los he visto a menudo)

En la sala, mamá solía poner Cartuchos, o estrellas de Belén que compraba cuando iba al cementerio a visitar a mi hermanito fallecido hace ya más de veinte años. Siempre acompañaba las flores grandes, con unas pequeñas flores blancas que llamaba Gasa.

Papá por su parte, a sólo unos metros de casa, tenía un terreno pequeño el cual era gobernado por los eucaliptos. Pero, claro, quedaba espacio para las flores. Esta vez acompañados de frutales y hortalizas. Papá pasaba horas (siempre que podía) cuidando su plantas. Se le notaba que era ingeniero forestal sin necesidad de esperar mucho. Filum, subfilum y especie, eran comentarios frecuentes sobre una flor, a la que uno escasamente le atribuía un color y un tamaño. Cuidaba sus brevos, sus árboles de albaricoque, sus guayabas feijoa y claro, sus favoritos, los babacos (fruta bastante extraña de la que tomé jugo hasta la saciedad).

Y en las noches, mis papás hacían aguas aromáticas. De Manzanilla, Limoncillo, Hierbabuena, y otras tantas que no puedo recordar. ¡Como odiaba esas aguas aromáticas, que sin embargo tuve que tomar tantas veces! Y que decir de las infusiones menos tradicionales como el Agua de Ortiga o la de berenjena. La de cáscara de papa, tal vez sea la más extraña.

Y hoy recuerdo el romance de mis padres con las flores. Y los nombres que nunca acabé de aprender. Y la casa donde crecí. Y las flores que me rodearon desde siempre.

(Es mi deber aclarar que mi papá también sembró repollos. Y esos si me gustaban mucho. Creo que nadie comió tanto repollo en su infancia (y con tanto placer) como yo)