miércoles, agosto 02, 2006

Funcionarios

Los hay desde los muy tiernos hasta los que creen que uno es su esclavo.

Son las 8 AM en una oficina gubernamental. En esta ocasión se trata del Ministerio de Relaciones Exteriores y vengo a hacerle poner la "Apostilla de la Haya" a un documento de un viejo amigo que vive lejos de Bogotá.

De repente abren las puertas y un portero empieza a vociferar: "Pueden entrar, pero con celulares apagados". Empieza a dar paso a la gente, no sin cierta displicencia, que mi extrema sensibilidad percibe casi como desprecio.

Empieza la fila para tomar el digiturno (segmento de papel que se desprende de una tira larga, donde se asigna un turno a la persona, que posteriormente debe estar pendiente de que el citado número aparezca en un despliegue digital que suele ser rojo). Un hombre ya entrado en años empieza a hablar por el micrófono, con rabia: "Tengan sus documentos a la mano. Por favor. Sepan a que vienen. Aquí hay gente que madruga a aguantar frío, pero no sabe ni lo que quiere". El sujeto se siente grandioso frente a su micrófono. Siente poder. Parece que se cree el cuidandero de un campo de concentración.

Luego de recibir el digiturno, me dirijo a la inmensa sala, donde uno debe esperar el momento de su diligencia. La gente dice que hemos tenido suerte. Que esta fila normalmente es de hasta siete horas. Hoy solo ha sido de dos horas. A mi alrededor, mucha gente con ganas de dejar el país, en búsqueda de mayores oportunidades y una mejor calidad de vida. Esta el sueño americano, el español, el británico, el australiano y hasta el ecuatoriano. Muchos han venido desde muy lejos (otras ciudades diferentes a Bogotá, donde la situación económica es más dura) y están haciendo fila desde las 5 de la mañana. Varios quieren reunirse con su familia. Esposas, esposos hijos y padres, llevan varios meses o años buscando un encuentro con sus seres amados.

Yo, que vengo a hacer una diligencia muy sencilla (registrar un matrimonio en una embajada, para efectos de nacionalidad. Para mi la diligencia no es tan importante. Pero otra gente tiene su vida depositada en esta empresa. Sin embargo estos tipos del ministerio nos tratan como animales. "El siguiente ruge el sujeto por el micrófono". Parece no entender que su sueldo sale de los impuestos que pagamos todas las personas. Que en realidad el está para servirnos, no para maltratarnos.

Cuando al fin me llaman para devolverme el documento apostillado, descubro con sorpresa que han errado la escritura de un apellido. La apostilla es inservible y debo esperar 20 minutos para el cambio. LA vuelven a emitir, y ahora, equivocan la escritura de un apellido que en la versión anterior habían escrito bien. A ellos les parece divertido. En ese momento no se acuerdan de la agresividad con que tratan a la gente ante el menor error.

Otros 20 minutos me esperan y por culpa de esta gente, voy a llegar tarde a mi trabajo. Timbra mi celular. Debe ser algunos de mis clientes. Tal vez necesiten algún cable con urgencia. Me atrevo a contestar y aparece un vigilante: "Señor, es que no ve el letrero que dice que aquí no se puede usar celular". Es cierto. El vigilante, a pesar de su grosería tiene razón.

Más allá de mi evidente culpa (aunque no alcancé ni a balbucear una palabra antes de que el vigilante acudiera a regañarme) ¿Alguna persona del sistema de servicio público y atención al ciudadano, se ocupa de ver la manera casi esclavista en que ciertas instituciones tratan el ciudadano? ¿Cómo podemos exigirle a la gente si el estado es tan mediocre y da tan poco? y finalmente un favor para los amigos del sector público: Por favor, trátennos a los ciudadanos como sus iguales (que eso somos). Sírvannos como si fuéramos su familia (que en general, eso somos). Y muy especialmente, recuerden que esos ciudadanos a los que a veces maltratan, son los mismos a los que suelen acudir (y muchas veces encuentran respuesta) en busca de apoyo cuando están en medio de sus protestas y luchas sindicales. Para exigir, es mucho lo que hay que dar. Tienen nuestro apoyo, pero por favor, gánenselo. Son nuestros hermanos, y los apreciamos mucho, pero eso no excusa de ninguna manera el maltrato al ciudadano.