miércoles, julio 26, 2006

Los sonidos del mundo

Hay músicas que aparecen donde uno menos espera

Golpeo en el piso del bus con el pie, y siento un sonido profundo y grave, que de inmediato trato de repetir con el otro pie. Pero el sonido que obtengo es diferente. Es más agudo. Es menos profundo, pero más intenso. No puedo evitar combinar los dos sonidos durante un buen rato, sin intención consciente alguna.

Y luego siento el mecanismo del vehículo estremeciéndose a medida que avanza por la ciudad. Y las voces de niños, adultos y ancianos a mi alrededor. Y los silbatos de los agentes de transito se unen a la improvisada sinfonía. (Que buena suerte que el radio no esté encendido y sintonizado en la emisora de vallenatos, como suele suceder)

El rozamiento de los vehículos contra el asfalto es tenue pero perceptible. Le pasa casi lo mismo al viento cuando es roto por la carrocería de manera contundente.

Un muchacho golpea también su zapato, pero (tal vez por tener un tipo de zapato diferente) obtiene sonidos novedosos, que se entremezclan con la composición improvisada de la que quieren apropiarse mis oídos.

Son los sonidos de la ciudad. Cuando me bajo del bus, reparo en las motocicletas y su sonido poderoso y predominante. Casi que una pieza por si misma. (Una pieza complicada, de esas que a ratos uno quisiera acallar).

La espontaneidad de los sonidos produce resultados que me toman por sorpresa. La escoba plástica con la que estriegan los pisos tiene su sonido, que convive casi siempre con el de un baldado de agua chocando contra la acera.

Los timbres de los teléfonos celulares hacen las veces de improvisados arreglos. Y a veces van acompañados de melodías tarareadas por chicos. Y de viento suave acariciando las edificaciones.

Y a lo lejos se oyen una discusión y un vallenato.