miércoles, julio 19, 2006

Marujita

El alma de Popayán...

Cuenta las historias de los banquetes, de los hoteles, de los bailes a la orilla del mar.

De las niñas de sociedad, de los jóvenes que las cortejaban, de los chismes de la época, de los prestantes apellidos.

Cuenta las historias de "dandies", de costureros, de juegos de cartas, de salones de te.

Habla de reuniones sagradas, de jueves por la tarde, de esposas de doctores, de mujeres elegantes.

Tiene una casa magnífica, repleta de maravillosos muebles antiguos, de cortinas en telas importadas, de adornos de varios sitios del mundo.

Tiene un rosario inmenso, una cama enorme, una colección de ángeles comprados en varios sitios del mundo.

Y tiene trajes finísimos, con bordados espléndidos, abrigos hermosos, con sombreros de colores y perfumes impactantes.

Tiene como setenta años de buenas costumbres, de hábitos impecables en la mesa, de flores de todos los colores, de tapetes de las más altas calidades...

Y un corazón grande, dispuesto a compartir lo que puede dar al mundo, su riqueza espiritual y su ternura.

Hoy, después de la opulencia y la vida hotelera, quedan solo los recuerdos y la inmensidad de su espíritu. Y claro, las cientas de amigas de verdad que la llaman a diario de todas partes del mundo a reiterarle su aprecio.

Hoy está sola. No tuvo hijos. Pero todo el cariño de abuelita que tiene para dar, lo ha dejado en el corazón de cada uno de los estudiantes que hemos alquilado cuartos en su hermosa casa. Es su forma de vencer la soledad.

Marujita... Marujita... (Me recibió en su casa cuando estaba más solo que la una, y con su ternura me ayudó a levantarme)

¡Gracias!