miércoles, julio 26, 2006

Historias de buses

Aún voy dormido en el bus y ya estoy consumiendo historias

Uno.
La niña le dice a su madre que no la moleste. Que no la quiere oír. Que se vaya. La madre, con acento paisa (de una importante región de Colombia) indisimulable y hermoso, le dice "¿Qué estás creyendo?" "Eh ave maría, los pájaros tirándole a las escopetas. A mi me respeta, mija". (El bus va abriéndose camino, entre las avenidas). Van hablando a todo volumen "Cómo al lado de una quebrada" diría mi mamá (quién también es paisa). Madre e hija discuten intensamente, en algunos momentos con más cordialidad que en otros. Mientras los otros pasajeros (incluyéndome) no paramos de mirarlas de reojo. Yo, además, no puedo evitar sonreír ante cada frase exagerada que surge en su conversación. La señora busca mi sonrisa cómplice y no se la niego. (En el fondo, toda la humanidad es una sola familia).

Dos
En la calle 4 con Carrera 17, muy cerca a la Avenida Caracas en Bogotá hay un hueco enorme, el cual el Distrito Capital no se ha dignado reparar. Es una laguna de unos seis metros de ancho (el total de la vía) y un largo de unos ocho metros, con agua fétida y con una profundidad variable, pues hay múltiples piedras escondidas bajo el líquido café. La mayoría de los conductores eluden ese paso para evitar dañar los autobuses, lo cual es muy comprensible. Pero otros, muy abusivos, lo eluden mediante un cruce ilegal que amenaza la seguridad de los peatones. Más de una vez ha salido gente lastimada. El conductor del bus en que voy ha optado por atravesar la laguna, antes que por hacer el cruce ilegal (no le hemos alcanzado a avisar de la otra opción). Su comportamiento me parece admirable, pero atravesar ese segmento de vía es terrible. Me asusto bastante y por unos segundos se me nota el terror. A mi lado va un pelado (colombianismo por hombre joven) de mi edad, que no puede evitar sonreír, y luego de dudar por unos segundos, con una calidez única dice: "¿Usted es nervioso, cierto? Mi respuesta no se hace esperar: "Si, bastante, hermano..." Cruzamos unas palabras a raíz de ese comentario. El hombre me dice que él es exactamente lo contrario. Que casi no le teme a nada y que eso a veces atenta contra su integridad. Cuando me bajo del bus unas cuadras más adelante, no puedo evitar pensar en lo diferentes que somos las personas.

Tres
El conductor está loco. Maneja con una agresividad increíble. Acelera en situaciones peligrosas. Ha estado a punto de hacernos chocar dos veces. No espera a que las personas terminen de bajar para arrancar. Está manejando con rabia porque un colega suyo no le cedió la vía. En el espejo veo una mirada llena de odio. Una mujer que lo auxilia para recoger el dinero (parece ser su mujer) mira indiferente la locura del sujeto... Los pasajeros vamos estupefactos. Muchos se bajan antes de su destino. Yo, torpemente (según pienso ahora) me quedo en el bus hasta el final de mi recorrido. Este hombre ha puesto en riesgo nuestras vidas.

Cuatro (Hace más de un año)No estoy allí pero lo reconstruyo. Se trata de Melquisedec (Melco) el esposo de una prima y personaje muy querido en la familia. Lo admiro mucho porque me recuerda a mi padre. Él es músico, pero dada la situación económica está conduciendo un bus para mantener a su familia. Tiene varias matrículas universitarias que pagar. Es un llanero (nacido de los llanos orientales, inmensa zona de Colombia que limita con Venezuela) de esos fuertes, emprendedores y cantadores. Es amable con la gente y siempre está haciendo chistes, y ocasionalmente, entre turno y turno, dedica unos minutos a disfrutar alguna comida típica. Es un hombre bueno. De repente, estando él en la buseta, se sube un hombre que lo amenaza con una pistola y le pide que le de todo el dinero. El accede. Apenas el sujeto se baja con el producto de su atraco, Melco sale corriendo detrás de él gritando "¡ladrón, ladrón!" cumpliendo así con la actitud cívica que se espera de un hombre de sus cualidades. El sujeto gira sobre su cuerpo mientras corre y dispara. Y da en la yugular. Y mata al gran Melco. Y un par de días después estamos en el cementerio llorando a Melco. Y yo recuerdo a mi papá. Y pienso en el dolor de mis primos. Y no hay camino atrás. Adiós al Gran Melco Rey. Él era realmente un buen hombre.