miércoles, agosto 02, 2006

Acuarela

Lo que uno no conoce de si mismo.

Amo los colores y la luz. Los contrastes, las sombras y los relieves. Pero no se ni dibujar, ni pintar ni esculpir. No tengo muchas habilidades plásticas. (A diferencia de mi mamá y de mi hermano mayor, que son muy hábiles con pinceles y lápices). Por esta razón, nunca voy ha olvidar a la persona que me animó a pintar.

Se trata de mi amiga Karina. En alguna temporada vacacional que pasé en mi tierra, ella me invitó a pintar. Me animó a tomar el pincel y a cometer manchas sobre el papel. Se trataba de romper el miedo a la primera vez. De disfrutar la magia de lo novedoso. De conocer nuevas estéticas más allá del realismo estricto. De dejar que los colores y el ritmo propio de la muñeca dijeran lo que tenían que decir. La verdad el experimento fue exitoso.

Karina es la hermanita menor de uno de mis grandes amigos y en verdad siempre la había visto como una niña. Pero el tiempo pasa, y van apareciendo sobre la faz de la tierra, nuevas mentes revolucionarios. Nuevas ideas y formas de ver el mundo, que empiezan a surgir de aquellas personas que apenas ayer, eran unos niños.

Es realmente muy agradable ver como la humanidad, de manera totalmente natural conserva un equilibrio en la sociedad, reabasteciendo cada una de las corrientes que hacen viable su existencia. Con un encanto sutil y mágico.

Recuerdo la canción de Sui Generis: "Nuestro hijo traerá todo lo demás, Él tendrá nuevas respuestas, para dar". Creo que es una visión acertada del asunto. Por eso cada vez que veo un bebé, un niño o un adolescente, no puedo evitar conmoverme ante el gran potencial que está allí a mi alcance. Ante las mentes infinitas que están en gestación para alegría de la humanidad.

Ahora, Karina, que es una adulta, es uno de mis referentes mentales. Con la belleza de sus sueños y con la pasión hacia la ciencia que la caracteriza. Esa mente que hace sólo un tiempo no era más que un asomo de su potencial, hoy es una realidad maravillosa de la cual podemos disfrutar todos sus amigos.

Y eso me hace pensar en que tengo 24 años, y que no soy más que un esbozo de lo que puedo llegar a ser. Que de alguna manera yo también estoy saliendo de una nueva crisálida. Que disfruto del placer de sospechar mi futuro, con la misma incertidumbre con la que veo crecer la mente de los niños.

Un brindis por las acuarelas que mi joven maestra me condujo a hacer. Un brindis por las mentes deliciosas que vienen. Y claro, también por las que se fueron.