viernes, mayo 26, 2006

Amiiigo

"porque siempre estarán en mi, esos buenos momentos que pasamos sin saber..." Enanitos Verdes.

Creo que era el año 1992. Era nuevo en el colegio Javeriano y estaba bastante asustado. En un colegio con más de mil personas no es muy fácil hacer amigos. Tenía miedo de hablar con la gente. La mayoría de mis compañeros debían tener al rededor de catorce años. Yo tenía once y medio.

En los recreos solía vagar solitario por los viejos pasillos del vetusto colegio. Miraba mosaicos de alumnos graduados, veía oficinas, salones, y mucha, mucha gente...

Entonces conocí a mi amigo. Mi hermano del alma. A una de las personas que más me ha comprendido y tolerado en mis 24 años. (También el que más se ha burlado sutilmente de mi, claro)

Alto y flaco, me vio solo jugando con un yoyo, y quiso acompañarme un rato, charlar conmigo, saber de este "ser extraño" que ahora estaba en el colegio donde el había estudiado toda su vida. Enseñarme algunos trucos con el yoyo. En medio del bullicio y el afán provocado por la campana, nos despedimos y no volvimos a charlar por meses.

Cuando pasé a noveno grado (mi segundo año en el javeriano) a través de un amigo en común (uno de los pocos que había logrado hacer, en mi muy odiada clase de VolleyBall) volví a tener cercanía con este personaje, que hasta ese día sólo referenciaba como "El del yoyo".

Algunas de sus características: Le encantaba jugar baloncesto, le gustaba la biología, nunca hacía las tareas, solía ir al colegio en sudadera (aún los días que no "se debía"), siempre llegaba tarde (a veces se quedaba afuera del colegio, a veces lograba a entrar cuando la puerta estaba ya casi asegurada, y en otras ocasiones, haciendo uso de sus buenas relaciones públicas, entraba tarde con la complicidad de la portera)

En los recreos siempre estaba jugando baloncesto. Con el tiempo, yo me volví igual (en intensidad, no en calidad) y se fue formando espontáneamente un agradable grupo de amigos bastante unidos, que terminó de adoptarme como integrante del Colegio Javeriano.

Cada día él y yo nos volvimos más amigos. Cada vez nos entendíamos más bromeando. Y cada vez hacíamos más bromas "propietarias" con otro par de amigos. Empecé a entender el humor cómo una forma de arte, como un lenguaje novedoso. Como una técnica de relajación. En últimas como un contacto con la vida misma...

Fueron tres años de bromas. Unas de más grueso calibre que otras. Siempre con juegos de palabras eternos que disfrutábamos al máximo.

Luego se terminó el colegio, y yo me fui a estudiar a Popayán. El por su parte se quedó en Pasto solucionando algunos asuntos personales. Así pasaron seis meses, hasta que él también ingresó a la Universidad (pública) del Cauca. El entró a estudiar Medicina. Yo, para esas alturas, ya llevaba un semestre de electrónica.

Con su llegada a Popayán, me pasaron varias cosas chéveres. El apoyo de un amigo lejos de casa es definitivo. Además a través de el conocí a otro de mis grandes amigos (del que he hablado algunas veces y de seguro volveré a hablar. El del episodio de El Morro)

Allí, lejos de Pasto, nuestra amistad se fortaleció durante seis años, donde nos apoyamos en momentos difíciles. Lo vi enamorarse tremendamente y sufrir varias veces por eso. Y también lo vi muy feliz. El también me apoyó cuando cometí errores graves que me hicieron perder (por un tiempo a algunas y otras definitivamente) a personas que quería. El siempre creyó en mí.

Un melómano consumado, mi amigo es la persona que conozco que más sabe de música. Tiene tantos Cassettes (si, somos de la generación del Cassette, pues no creíamos mucho en el acetato y en esa época el CD no era tan popular) con música de los noventa que simplemente me impacta. Ahora, tiene mucha música en MP3 y minidisc. Es todo un coleccionista.

Hace un par de años me fui de Popayán. Vine a Bogotá a trabajar. El lleva también un par de años trabajando (como médico) en varios pueblos del sur occidente colombiano. Estamos bastante lejos geográficamente. Pero él, aquel obsesivo que no puede evitar tender la cama a diario de manera de manera impecable, y ordenarlo todo por orden alfabético, es uno de mis mejores amigos. Mi Viejo amigo.

(Cuando nos vemos yo le digo Hola Amiiiiiigo (recordando a un amiguito de 4 años de edad que nos saludaba así) y él, igual que otro de mis grandes amigos, me saluda diciendo Hoooooola Rshaulito, en un acento muy ridículo, que sin embargo, me pone muy feliz)