miércoles, agosto 09, 2006

Política

Años de creer en ilusiones que terminaron diluidas.

Como referente tenía la inmensa admiración de mi padre por un político conservador (asesinado) que se llamaba Álvaro Gómez.

Cuando tuve uso de razón, y buscando tener mi propia personalidad, apoyé al candidato liberal César Gaviria. Tenía nueve años y creía en el mejor futuro que el prometía. No hubo tal. Hubo una fuerte guerra contra los carteles de la droga y una hora "Gaviria" creada para disminuir el consumo de luz (¡adelantaban el sistema horario una hora!) Y una apertura económica tosca que golpeó a muchos. De futuro, entre poco y nada.

Cuando tenía trece, vi un líder en Andrés Pastrana. Mi admiración a este personaje estaba reforzada por el gran aprecio que mi mamá le profesaba a la joven y promisoria figura conservadora. El salió derrotado y el niño fanático que yo era quedó muy golpeado.

Siguieron cuatro años de un gobierno tormentoso, en medio del cual conocí mi pasión por el periodismo. Una época de corrupción y desgobierno, de guerra de vanidades y de mínimo interés por la patria, que se hizo una mina interminable de investigaciones para la prensa.
El gobierno de Samper Pizano dejó un país en crisis. Y un hombre que cargó con una realidad brutal a la que no pudieron sobreponerse ni él ni el país.

Cuando tenía 17, volví a creer en Andrés Pastrana. Pero él ya no era más el jovencito liviano de cuatro años atrás. Era un político herido en su orgullo por la derrota anterior. Logró ganar gracias a la inconformidad del país con el gobierno anterior, y a su carisma. Pero su romance con el electorado duró poco y el país lo quedó odiando por su fallido diálogo con la guerrilla y su desastre económico. Yo que no podía odiarlo pues era mi ídolo, si quedé frustrado, pues ya tenía la edad suficiente para asumir la gravedad de la situación del país. Me sentí un poco tonto por haber creído tanto en el sistema y sus campañas.

Cuando tenía 21 llegó Uribe. El Mesías autoproclamado. El hombre que afirmaba que el iba a crear un nuevo país. El que convenció a todos que la historia comenzaba con él. El que planteó la guerra como salida. Y en esa época yo ya sabía algo de historia y de realidad.

Y entendí que un montón de sujetos se turnaban ideas para confundir a la gente que mantenían en el hambre y el analfabetismo. Que las monstruosidades de los grupos violentos, además de tener origen en la maldad de ellos, lo tenían en la desigualdad y en la indiferencia del estado colombiano.

Y que Uribe era sólo la careta de turno de una clase dirigente que no ha hecho otra cosa que atracar a su propio pueblo. Al igual que lo habían sido mi otrora admirado Pastrana, Samper, Gaviria y demás.

Y me sentí solo en un mundo que era muy distinto a como me lo habían vendido. Creo que gasté muchos años de mi niñez y adolescencia, erigiendo ídolos con pies de barro.

Escribo sobre esto, pues he sabido que Pastrana ha aceptado la embajada de Uribe en USA. Y ya no me sorprende. Son dos caras de lo mismo. Pero no puedo negar que sólo hasta conocer esa noticia, puede sacudirme para siempre de ese "aprecio irracional" que le guardaba a Pastrana.

Pertenezco a una generación que tiene que repensar su patria, más allá de rencores y resentimientos de los cuales me estoy deshaciendo para quedar limpio. Y comparto mi historia, pues quiero dejar que por fin, las ideas libres fluyan de mi. Y porque no hay nada que desee más que ver una juventud libre pensando sobre su futuro sin "Lavados Cerebrales" ni manchas de ese pasado que gobernó la indiferencia.

(Hay días en que me pongo tan político, y quisiera cambiar el mundo)