miércoles, agosto 09, 2006

Poesía 10

Ya no le temo al sarcasmo de los ídolos.
Ni a las muertes sucesivas del cobarde.

(Pero me dueles en los muslos y en la piel.
Y tus exhalaciones se guardan en mi oído)

Si las persuasiones fueran más tenues, me enamoraría hasta de una roca (pero todos quieren ser navajas)

(Yo puedo hablar de amores que he desenterrado.
Los besos que duermen en mi piel, tiene voz propia.
Pero no puedo sobrellevar el rigor de las heridas que me inflingen.)

Si los devaneos fueran rocío, desistiría de la causa perdida con la que me embeleso. Y me fundiría con el primer discurso que me hechice.

(Pero eres verdad en forma de verso, y tus ideas son dedos que tocan y trasnochan)

Ya no le temo a las noches de botellas partidas.
Ni a los gritos de tres de la mañana.