jueves, diciembre 01, 2005

El morro

El mejor sitio para ver un atardecer, según se comenta.

Solía ir con uno de mis grandes amigos a conversar al morro. (Pequeño residuo de cordillera que se ha tornado simbólico para Popayán).

Era común que él se hiciera acompañar de su perra labradora, una criatura que se encargaba de recordarle a uno, que no hay mejor diseñadora que la naturaleza.

Nos gustaba quedarnos un par de horas allá, reflexionando sobre lo divino y lo humano. Sobre el pasado y el futuro. Sobre nuestros temores y nuestras alegrías.

Somos tan distintos. Tal vez por eso aprendimos tanto el uno del otro. Hablamos tanto y de tantas cosas, que creo que hoy, ya no tenemos tema...

Lo mejor, era el atardecer visto desde el morro: El juego de nubes de colores, cubriendo la gama de colores entre el amarillo y el rojo, pasando por los más espléndidos cielos color vainilla.

Al rededor, siempre, ese montón de perros jugando. Unos más atemorizantes que otros, unos más hermosos que otros.

Era un buen asiento la plataforma sobre la que reposa la estatua de Sebastián de Belalcazar (Fundador de varias ciudades de Colombia, entre ellas Popayán). Sitio justo para intentar filosofar un poco, para esculcar en el alma, acompañado de un buen amigo, mientras el olor a Marihuana circundante se hacía intenso, y algunos hasta le rezaban a "Don Sebastián".

Reflexiones que nunca conducían a nada, pero que hacían más llevadero el mundo que nos esperaba allá abajo.

Un par de años después he saludado a mi amigo, en otro sitio, también llamado El Morro (Esta vez se trata de una playa localizada al lado de una pared de roca inmensa a orillas del Océano Pacífico) en Tumaco (Nariño). ¡Cómo han cambiado las cosas!