lunes, octubre 10, 2005

En el vacío y sin guitarra

Se siente una orfandad absoluta y una fuerza de gravedad más intensa de lo normal.

Estoy sentado al lado de una hoguera cantando para todos y para nadie.

El calor me llega fuerte a las piernas, pero los brazos los siento helados, y la guitarra me resulta dura. Me duelen los dedos, pues aprieto fuerte el diapasón, para disipar los nervios.

Mi canción es primaria, e intenta ser poética. Pero casi no se de música, y la poesía a veces abre abismos.

Quiero huir de ese sitio. Esta fogata no es mi hogar.

Pero, de repente, ahí están los ojos de una única persona que me pone atención y que con su mirada me dice: "No pares de tocar". Así es que sigo tocando, para ella...

Hoy, debí cantar sin guitarra, y para nadie, y recordé la escena que describo. Pero, no hubo ojos que buscar. Sólo un vacío inmenso.

Y luego las palabras duras, y un mundo que no es mío. Pero saldré.

"Una mala noche de un guitarrista aficionado, hasta sentí estar acabado" (Raúl juega a ser poeta popular)